viernes, 3 de julio de 2009

Preguntas existenciales para el préterito


No se muy bien en que parte del guión se borró todo lo que falta. Busco por los márgenes que te deje en aquellas hojas en blanco, y no consigo encontrar ninguna razón.
Creo que el problema es que me estanco en las partes en la que tu cabeza se perdía debajo de mi jersey. las vergonzosas horas por las que nos arrastrabamos en las paredes asfaltadas de aquella ciudad de extrarradio. Las sonrisas, cuando tu lenguaje cursi misteriosamente empezo a resultarme vacío de cualquier exageración, se suicidaban en besos como ni Klimt o Bresson hubieran conseguido retratar. Tú, en una esquina ,robándome en fotografías. Yo ,en otra esquina, robándote en mis sucios pensamientos, y las pupilas alevosamente vidireccionales entre tu y yo .Mi pelo entre tus labios cuando se confundia tu piel con la mia en el colchon.
Y es entonces cuando pego un frenazo en el presente.
Intento repensar que punto suspensivo se desprendió del resto y asesino la forma plura de todos los verbos que traias entre tus dedos. Entonces es cuando me pregunto ¿Por qué coño, Jean-Pierre Jeunet, ese cabrón responsable de traumas posadolescentes, no editó otro final alternativo para su película?
Sí, aquel final, en el que Nino , de forma imprevista, cogía la motocicleta y se iba sólo escogiendo el fácil y anodino camino de lo cotidiano y las razones técnicas, y dejaba a Amelie, en una acera del barrio de Monmartre, sóla con su gato en los pies, cuando el pretérito, ese doloroso homicida torturaba una tarde de viernes, mientras sonaba paradojicamente la voz dulce de una mujer cantando : "La vie en rose...".